viernes, 21 de noviembre de 2014

LA LEYENDA DEL CRISTO DEL RAYO

La Asociación de Fieles del Santísimo Cristo de Llagas y Columna, es una cofradía no agrupada perteneciente al barrio de Miraflores de los Ángeles.
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Esta corporación nazarena nació en el siglo XVII, más concretamente en 1634, en el desaparecido Convento de Nuestra Señora de la Merced. con posterioridad, en 1835, fue trasladada a la Parroquia de Santiago Apóstol, es aquí donde comienza a conocerse popularmente como el Cristo del Rayo por un echo milagroso acaecido en 1870.

Entre sus propiedades, la Cofradía contaba con un Panteón de setenta nichos y un osario en el cementerio de San Miguel.

Según consta en los antíguos estatutos de 1861, la Hermandad salía Jueves Santo por la tarde desde la Iglesia de Santiago, en la calle Granada, los hermanos vestían túnicas moradas con capirotes en blanco y el escudo del Santísimo Cristo se encontraba bordado en el brazo izquierdo. llagas y columna 2
La imagen del Señor, a la que se tenía una gran devoción (según cuenta la prensa de la época), era una talla barroca atribuida a Jerónimo Gómez, salía en un trono de carrete típico malagueño encontrándose en su recorrido la S.I.B. Catedral.

Entre el 11 y el 12 de Mayo de 1931, la Iglesia de Santiago fue asaltada y la Imagen de Jesús de Llagas y Columna, entre otras, quemada. El fuego se llevó, junto con la Imagen, a la Hermandad que le rendía culto.
En el año 1993, un grupo de jóvenes cofrades encabezados por Carlos Marfil, se propusieron recuperar esta advocación.

Catorce años después, en 2007, coincidiendo con el 75 aniversario de la desaparición de la Hermandad, la nueva imagen del Santísimo Cristo de Llagas y Columna preside su Capilla-Oratorio en la Plaza de los Ángeles, en el barrio de Miraflores.

Podemos ver a esta Hermandad procesionar por las calles de su barrio, el Sábado de Pasión. Los hombres  que llevan el trono visten con túnicas y faraonas moradas. Los nazarenos, como antaño, túnicas moradas y capirote blanco, los mandos con capa blanca.

 

LA LEYENDA DEL CRISTO DEL RAYO

Hacia 1.870, sobre la ciudad de Málaga se cernía una gran tormenta, que hizo cundir el pánico entre sus moradores.
Al fin, entre relámpagos y truenos, pocas veces conocidos por los habitantes, descargó con tal violencia, que una chispa eléctrica cayó en la iglesia de Santiago.
Entró en el camarín de la venerada imagen de Ntro. Padre Jesús de Llagas y Columna, que estaba en la capilla del baptisterio, la primera a mano derecha del templo, y después de dejar señales evidentes de su fuerza expansiva en las paredes, salió sin tocar al Santo Cristo.
Primitiva imgen de Ntro. Padre Jesús de Llagas y Columna
A partir de entonces se le atribuyeron una gran cantidad de milagros, y fue muy venerada por los malagueños.
Aunque tiempo después acabó siendo destruida en los lamentables sucesos de 1.931.
En 2.008 un grupo de malagueños quiso recuperar la devoción a la desaparecida imagen, y encargaron al escultor Juan Manuel García Palomo, que realizara una nueva imagen, a la que se le da culto desde entonces, y es sacada en procesión por el barrio de Miraflores de los Ángeles, el Jueves Santo.
Nueva imagen de Ntro. Padre Jesús de Llagas y Columna

Nueva imagen del Cristo del Rayo

JESÚS DEL SOBERANO DESPEDIMIENTO PARA LA PASIÓN

JESÚS DEL SOBERANO DESPEDIMIENTO PARA LA PASIÓN

JESÚS DEL SOBERANO DESPEDIMIENTO PARA LA PASIÓN

La reapertura de la Abadía de Santa Ana del Císter ha sido sin duda una gran noticia, acrecentada por el traslado de la Hermandad del Sepulcro. Nos ha permitido volver a ver las imágenes a las que allí se rinde culto, como la imagen de Jesús del Soberano Despedimiento para la Pasión. Una placa junto a la misma nos indica su advocación y su autoría: Pedro Fernández de Mora (1638); igualmente se señalan los años en los que sufrió restauraciones. Pero, ¿cual es la historia de esta imagen con tan peculiar advocación?; ¿procesionó en alguna ocasión?
La advocación alude al adiós dado por Cristo a su Madre antes de marchar a Jerusalén a sufrir la Pasión. A diferencia de otros episodios de la vida de Cristo, el del Despedimiento no tiene sus fuentes textuales en los evangelios canónicos, ni tampoco en los apócrifos ni en La Leyenda Dorada. Se encuentran en la literatura mística de la Edad Media (hacia 1300), resultado de las profundas meditaciones que realizaron frailes pertenecientes a diversas órdenes religiosas, especialmente, la franciscana y jesuita. Uno de los ejemplos literarios más tempranos data del siglo XIV, y es la obra Vita Christi Redemptoris Nostri, debida al religioso alemán Ludolf von Sachsen (Ludolfo de Sajonia, El Cartujano, 1314-1378); trabajo que, traducido del latín al castellano por el franciscano fray Ambrosio de Montesinos (1448-1514) a petición de los Reyes Católicos, ejerció cierta influencia sobre los artistas del momento y posteriores. En el capítulo XXI de la referida publicación, El Cartujano escribe que: Cumplidos veynte e nueve años en los quales el hijo de Dios avía hecho vida penosa y menospreciada, y començados ya los treynta, quando Sant Juan baptizava y predicava antes que fuesse preso, dixo a su madre: Señora, tiempo es ya que vaya a glorificar e magnificar la gloria de mi padre e a manifestarme al mundo; porque ha grandes tiempos que estoy escondido y retraydo de la común conversación de la gente, y esme forçado obrar la salud de las ánimas; ca por esto me embió acá mi padre celestial. Y esto dicho recibió licencia y bendición della y del santo Joseph. E tomó su camino, partiéndose de la ciudad de Nazareth (…). (1)
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Jesús del Soberano Despedimiento [Foto: @nosoloalameda]
El jesuita Padre Luis de la Palma también recogió este pasaje de la vida de Cristo y María en sus escritos, concretamente en el capítulo V de su  Historia de la Sagrada Pasión, sacada de los quatro Evangelios; capítulo llamado Despídese el Salvador de su santísima Madre para ir a padecer.
En la pintura son diversas las interpretaciones que se han llevado a efecto de este pasaje, como es el caso de Lorenzo Lotto (Jesús Despidéndose de su Madre, 1521). Sin embargo, a juicio de Juan Antonio Sánchez López (2), ningún artista como el Greco supo extraerle tanto partido emocional, hasta el grado de haber dejado una versión de una profundidad psicológica y espiritual raras veces alcanzada en la historia de la pintura, conseguida a  través del juego de manos y miradas intercambiadas por los bustos de los dos protagonistas. Ciertamente, en el cuadro de El Greco (c. 1595), a diferencia de como había sido representado este pasaje por otros autores tanto en pintura como en el grabado, nos presenta La Despedida de Jesús de su Madre reduciendo únicamente a dos el número de personajes presentes en ella, dotando así la escena de una mayor espiritualidad e intimismo, logrando con ello alejar la tensión que en esos instantes sienten ambos ante el inminente inicio de la pasión y muerte de Cristo de la que son conocedores.
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Cristo despidiéndose de su Madre. El Greco, c.1595 (Museo de Santa Cruz-Toledo)
En esta obra pudo tener su inspiración el autor de la imagen del Despedimiento de la ciudad de Málaga. El sevillano Pedro Fernández de Mora, discípulo de Martínez Montañés, la realizó en el año 1638 por encargo de la Hermandad de la Pura y Limpia Concepción. En la escritura de 30 de octubre de 1638 el artista, que vivía por aquellos años en la calle de los Santos Mártires, se obliga de hacer un paso del Despedimiento de Nuestro Señor Jesucristo de su Santísima Madre (…) que se ha de entender una hechura de un Cristo y una imagen de Nuestra Señora para vestidos al natural, armados con tornillos y andas, que asimismo he de hacer.(3) Ello evidencia que el destino de ambas imágenes, en su origen de candelero, era ser procesionadas. No era la primera vez que el artista trabajaba para la mencionada hermandad, ya que tres años antes ya había realizado una imagen de Ntro. Señor Jesucristo lavando los pies al apóstol San Pedro y el paso de la Cena, el cual era portado por 26 hermanos correonistas.
La Hermandad de la Pura y Limpia Concepción había sido fundada en torno a 1617 (se fusionaría siglos más tarde con la cofradía de  Jesús Orando en el Huerto) y tenía su sede en el convento franciscano de San Luis el Real; en 1635 se le agregó la Hermandad de la Humildad de Cristo Nuestro Señor y Redentor (Humildad y Paciencia); y en 1636, surgió como hermandad filial la del Santo Cristo con la Cruz a Cuestas.(4)
Procesionaba el Miércoles Santo, debiendo ser el cortejo de una gran magnificencia ya que se encontraba integrado, probablemente a mediados del siglo XVII, por las siguientes imágenes: Jesús del Soberano Despedimiento (Pedro Fernández de Mora, 1638); Sagrada Cena (Pedro Fernández de Mora); Ntro. Señor Jesucristo lavando los pies al apóstol San Pedro (Pedro Fernández de Mora, 1635); Coronación de Cristo Nuestro Redentor (José Micael Alfaro,1634), con tres sayones; Santo Cristo con la Cruz a Cuestas; y Ntra. Sra. de la Pura y Limpia Concepción. Para llegar a la ciudad cruzarían por la Puerta de San Francisco, la cual se encontraba frente al convento. Estas procesiones que incluyen una recopilación de pasajes manteniendo un orden cronológico aún se mantienen en localidades como Cuenca o Zamora.
Se tiene constancia de que hasta 1669 efectuaba su salida procesional, aunque todo hace pensar que lo seguía haciendo años más tarde ya que hay referencias constantes a esta Hermandad a lo largo de todo el siglo; es más, su importancia se refleja en el hecho de que en 1673 los franciscanos autorizaron que la imagen titular fuese colocada  en la parte central del nuevo retablo que se había hecho en la capilla mayor, tras la petición de los hermanos justificada en la devoción de la que gozaba la imagen.(5)
Convento San Luis el Real
Convento San Luis el Real, en el entorno de la plaza de San Francisco [Imagen: Trimálaga]
Desde el final del siglo XVII hasta el año 1730 se pierde el rastro de esta Hermandad que procesionaba el paso del Despedimiento. En el referido año se cree que fue refundada, contando con otra imagen de la Concepción Dolorosa, la que sería destruida en 1931. Parece ser que las imágenes de Jesús y María en su Soberano Despedimiento para la Pasión se hallaban cedidas, a principios del siglo XVIII, en concepto de bienes de un patronato común a la Hermandad de Esclavitud Dolorosa, residente aún en el mismo templo franciscano.
En 1733 el grupo del Despedimiento se encontraba bastante deteriorado. En una escritura de aquel año se indica que “…por su antigüedad y por el atrazo y calamidad de los tiempos avían llegado a estar faltas de la desenzia que justamentte deben tener; así por lo que representtan como que la devoción de los fieles les deven dar, y por dichos motivos no era posible, sin mucho remedio, que pudieren volver a salir al público y que llegaría el caso de que se atrasazen más y se extinguieren por hallarze y totalmente ymposibilitadas de el uso para que se hicieron; y de distintos años a esta partte no averlas sacado por ello en la dicha procesión.” (6) Refleja que la hermandad depositaria, Esclavitud, llevaba varios años sin procesionarlas debido a su mal estado.
La situación causó el malestar del noble tutelar, Juan Pedrosa Coronado y Zapata Vastante, quien haciendo uso del mencionado patronato determinó ceder el misterio al convento del Císter, dado el empeño que la abadesa, Sor María de San José, en la recuperación de las imágenes. La cesión se llevó a efecto el 28 de junio de 1733; el patrono permitía que fuera procesionada por la Hermandad de la Esclavitud pero coartando en demasía la intervención de la cofradía. Así: (…) si no fuere a el fin sierto y verdadero de que salga en dicha proseción los citados Miércoles Santtos a la qual solamente an de ser llevados con la dicha desensia y aseo que lo hará y executtará la dicha Reverenda Madre Sor María de San Joseph y por su falta las relixiosas de dicho su combentto, pero acavada la dicha prosezión luego ynmediatamentte se le a de traer a la referida clausura, donde se conttinue su culto en el derecho tottal de propiedad pro averse devido a dicha Reverenda Madre la renovación de dichas ymágenes que ya estaban casi perdidas.(7)
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Abadía de Santa Ana del Císter (c.1940) [Foto: Archivo Municipal de Málaga]
Debió producirse el desmembramiento para facilitar el acoplamiento de las imágenes en el templo, lo que unido a la profunda transformación que sufrió la imagen del Cristo como consecuencia de la “restauración”, financiada por la abadesa, trajo como repercusión la pérdida de toda la identidad iconográfica. La intervención llevada a cabo en el siglo XVIII debió centrarse, fundamentalmente en la mascarilla; el artista anónimo rehízo completamente la oreja derecha y algunas áreas del bloque craneano. Según Sánchez López: La boca entreabierta en ademán de hablar, el fruncido de las cejas y los ojos entornados recrean el gesto suplicante demandado por las escena representada. Igualmente el restaurador: se percibe en la saturación de las heridas y su artificiosa colocación sobre el rostro de la escultura. Imitando un grafismo corriente en los Ecce Homo de Pedro de Mena, el restaurador dispuso dos hilillos de sangre que, a modo de soga, confluyen en un punto del cuello. Asimismo, debió policromar y transformar en gotas de sangre las dos lágrimas de cristal, adheridas a las carnaciones originales.(8)
No existe constancia de que volviera a ser procesionada.
En 1972, el protector del convento cisterciense, Luis Pajares Vilches, financió la terminación total de la imagen alentando la sustitución del candelero por un cuerpo perfectísimo, incluso anatómicamente considerado, de forma que resulte un todo armonioso y auténticamente artístico; la definitiva transformación fue ejecutada por Luis Álvarez Duarte, quien añadió igualmente la corona de espinas y realizó una copia de las manos primitivas. Ya sí que había desaparecido completamente la iconografía originaria; sin embargo, la imagen del Señor presenta todavía uno de los detalles que Pedro Fernández de Mora incluyera al efigiar la iconografía primitiva y que denotaba que el autor conocía el trasfondo emotivo que la literatura religiosa relacionaba con la escena: las lágrimas de cristal en el rostro de la imagen, y ello a pesar de que fueron repintadas en las restauraciones posteriores para asimilarlas a gotas de sangre.(9)
Despedimiento
Jesús del Soberano Despedimiento [Foto: @nosoloalameda]
Málaga perdió su recreación de esta curiosa y emotiva escena, al igual que sucediera en Sevilla, Lucena o Antequera. En Sevilla era el paso titular desde 1688 de la extinguida hermandad homónima de la parroquia de San Isidoro; en Antequera, se alude a este paso en un inventario del año 1626 de la desaparecida Hermandad de la Humildad, la cual sacaba varios pasos (10); en Lucena, donde aún se conservan las imágenes aunque transformadas por el intento de representar El Encuentro, datan del siglo XVIII.
Conservamos la imagen que realizara Fernández de Mora para una de las hermandades más pujantes y que procesionaba cada Miércoles Santo por las calles de la Málaga del siglo XVII. A lo mejor algún día se recupera esta original escena para la Semana Santa de Málaga, nunca se sabe. Entre tanto, lo mejor que podemos hacer es rezarle una oración cada vez que entremos en el Císter.


(1) LÓPEZ PLASENCIA, J.C., “El paso de la Hermandad del Despedimiento de a parroquia sevillana de San Isidoro. Fuentes e iconografía de un misterio desaparecido”. Laboratorio de Arte-23, 2011. pp.271-282
(2) SÁNCHEZ LÓPEZ,J.A., “El Alma De La Madera: Cinco siglos de iconografía Y escultura procesional en Málaga”. Ed. Real y Excma. Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Santo Suplicio, Santísimo Cristo de los Milagros y María Santísima de la Amargura. Málaga, 1996. pp.98-99
(3) Cit. LLORDÉN, A., “Escultores y entalladores malagueños. Ensayo histórico documental (siglos XV-XIX)”.Ed. Real Monasterio de El Escorial. Ávila,1960. p.211 (A.H.P.M. Escribanía de Marcos Gutierrez, año de 1638).
(4) FERNÁNDEZ BASURTE, F., “La procesión de Semana Santa en la Málaga del siglo XVII”. Ed. Servicio Publicaciones Universidad de Málaga. Málaga,1998. p.189.
(5) LLORDÉN, A. y SOUVIRON, S., “Historia documental de las Cofradías y Hermandades de pasión de la ciudad de Málaga”. Málaga,1969. pp.464-469.
(6) Cit.SÁNCHEZ LÓPEZ,J.A., Op. cit., p.100(AHPM Escribanía de Diego de Cea Bermúdez, año de 1733. Legajo 2445).
(7) Cit.SÁNCHEZ LÓPEZ,J.A., Op. cit., p.100(AHPM Escribanía de Diego de Cea Bermúdez, año de 1733. Legajo 2445).
(8) SÁNCHEZ LÓPEZ,J.A., Op. cit., p.320-321
(9) SÁNCHEZ LÓPEZ,J.A., Op. cit., p.321
(10) En un artículo de Alfonso Vázquez, publicado el 17/04/2014 en el diario “La Opinión de Málaga”, se indica que el profesor Juan Antonio Sánchez López afirma que la extinta Hermandad de la Humildad de Antequera contaba con diversos pasos como el Despedimiento, la Oración del Huerto, Ecce Homo y la Virgen de los Desamparados. Según el profesor, la imagen del Ecce Homo sería el Cristo de Medinaceli de la iglesia parroquial de Santiago; y la de la Virgen de los Desamparados sería la actual imagen de la Soledad de Santo Domingo. En lo que respecta a esta última imagen, ello también es afirmado por Jesús Romero Benítez (“Antonio del Castillo. Escultor antequerano 1635-1704″. Ed. Chapitel. Antequera, 2013. p. 95)
(11) LÓPEZ PLASENCIA, J.C., Op. cit. p.283

Hermandad de Jesús Nazareno.(EL OTRO NAZARENO)

EL OTRO NAZARENO

EL OTRO NAZARENO

Esta es la historia de una extinta Hermandad en la que se aúnan muchas de las características que describen la propia historia de nuestras Cofradías: cambios de sede, rivalidad, pleitos, hechos milagrosos, etc. Si a todo ello se une la posibilidad de que su imagen titular aún exista, tenemos una historia fascinante: La de la Hermandad de Jesús Nazareno.
Origen y primer cambio de sede.-
El  origen de esta Hermandad se encuadra en torno al año 1584 en el Convento de San Andrés de los carmelitas descalzos, en el barrio de los Percheles, con la denominación de la Hermandad de los Nazarenos de Málaga. Quizá este Título se empleó para intentar demostrar que era la más antigua con esa advocación en la ciudad, algo que  no era cierto ya que en 1567 se tiene constancia de la existencia de la Hermandad del Dulce Nombre de Jesús Nazareno.
Pero no es esa la única denominación que tuvo, ni mucho menos: En documentos contemporáneos a la fecha presumible de su fundación se la denomina  Hermandad de Nazarenos de la Santa Cruz. Posteriormente, en un documento fechado 1599, figura como Hermandad de Nazarenos de Santa Elena. Seis años más tarde se comenzó a llamar Hermandad de Nazarenos de la Santa Resurrección o Cofradía de la Santa Resurreción de Jesús Nazareno, al  agregarse con la Cofradía de los Nazarenos de la Santa Resurreción de Roma, por Bulas apostólicas de su Santidad el Papa Clemente VIII, lo que le dió un mayor realce. Este hecho provocaría que más adelante se hicieran con una talla de Cristo Resucitado. Pero a pesar de tantas denominaciones, popularmente se la conocería durante el periodo referido como la  Hermandad de los Nazarenos de San Andrés.  

En el año  1609, por desconociddas circunstancias, abadonaría los Percheles para trasladarse al Convento de la Victoria, otorgándose la escritura de asiento en el convento de PP.Mínimos de San Francisco de Paula un 4 de mayo. En ella se establecía que el Convento señalaba el lugar donde podían edificar su capilla que “ha de ser desde la esquina de la capilla mayor del dicho convento, desde el testero de ella que coje de ancho toda la capilla mayor, y allí ha de tomar la dicha Cofradía todo el largo que quisiere hasta el camino que desciende de la Vera-Cruz, y la dicha Cofradía ha de hacer a su costa  los cimientos y las paredes que sean convenientes…”. Por tanto, se trataba de una capilla exterior a la iglesia pero dentro del ámbito conventual, en el compás del Convento de la Victoria. Esta circunstancia era muy habitual, y más en el caso de los mínimos debido a la gran acogida que tuvieron, por lo que la comunidad religiosa adjudicó parcelas exteriores al edificio conventual y a la iglesia para edificar capillas, satisfaciendo así la amplia demanda.
La existencia de una rivalidad
La Hermandad de Jesús Nazareno, con el paso de los años, iba aumentando en el número de hermanos y adquiriendo una creciente importancia su procesión en la madrugada del Viernes Santo. Gozaban de una amplia corriente devocional y económicamente era una Hermandad pujante en Málaga.
Pero existía otra Hermandad que gozaba también de una gran importancia social: la Hermandad del Dulce Nombre de Jesús Nazareno del Paso. Esta relevancia se demostraba por el hecho de que, además de estar afiliados a ella los barrileros y toneleros de Málaga, otras numerosas personas de diversas clases sociales también fueron hermanos y gozaron de grandes prerrogativas e indulgencias.
La rivalidad existente entre ambas Hermandades pudo ser originada por multitud de circunstancias: misma advocación y momento representado, mismo día de salida, proximidad geográfica (hasta 1609), mismo color de las túnicas, relevancia social, etc. Lo que sí es cierto es que se plasmó en diversos pleitos, por otra parte tan usuales en la época.
El primer enfrentamiento entre las dos Hermadandes se produjo en Octubre de 1598, cuando la Hermandad de Jesús Nazareno aún se encontraba en los Percheles. El motivo lo constituía el hacer valer unos determinados derechos de preeminencia en las procesiones y sobre si han de salir o no el Viernes Santo (madrugada)  y sobre cuál ha de salir primero.
En 1605 la Hermandad de Jesús Nazareno volvía a entablar un pleito contra la Hermandad del Dulce Nombre de Jesús; esta vez estaba motivado en que exigían tener mayor  derecho a usar túnicas moradas, no queriendo que los del Paso las sacaran de ese color. Del documento por el que se otorga el poder para el mencionado pleito se extrae la existencia de más causas abiertas entre ambas al señalarse: “…dijeron que han tratado y traen ciertos pleitos y diferencias con los hermanos de la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús contra juramentos que están pendientes y en grado de apelación ante el señor Juez metropolitano de Sevilla…”.
Una vez radicada ya en el Convento de la Victoria, llama la atención un hecho que puede inducir a pensar en la pervivencia de esta rivalidad.  El 16 de junio de 1641 se fundó la Hermandad de los setenta y dos hermanos de la Madre de Dios de la Esperanza, quedando agregada a la del Dulce Nombre de Jesús Nazareno del Paso. Dos años más tarde, concretamente el 23 de marzo de 1643, se agrega la Hermandad de Nuestra Señora del convento de la Merced a la Hermandad de Jesús Nazareno; los hermanos de esta Hermandad agregada acompañarían el cortejo cada madrugada del Viernes Santo con sus ceras y túnicas negras. Años más tarde, consta la denominación de Hermandad de Nuestra Señora de la Esperanza. Asi, se puede afirmar que Málaga tuvo dos Esperanzas.
El cortejo de la Hermandad de Jesús Nazareno no se apartaba de la concepción teatral propia del modelo de Semana Santa que se implanta en el siglo XVII; en su procesión se sucedían los pasos con las imágenes de Cristo con la Cruz a Cuestas, la Virgen Dolorosa, San Juan y la Mujer Verónica. La misma estructura presentaba el cortejo de la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno del Paso, con la popular escenificación en la plaza de las Cuatro Calles (hoy plaza de la Constitución).
Segundo cambio de sede y extinción
Las Constituciones Sinodales del Obispo de Málaga Fray Alonso de Santo Tomás de 1671 establecieron una serie de medidas restrictivas y de control, no sólo de los participantes en los cortejos, sino también de los horarios e itinerarios que seguían las Hermandades y Cofradías de Málaga. Sin duda, incidieron en las Hermandades que tenían recorridos largos como es el caso de la Hermandad que historiamos, produciéndose el traslado forzoso a la ermita de Santa Lucía.
La distancia entre el Convento de la Victoria y la entrada a la ciudad por la Puerta de Granada (hoy entrada de calle Granada desde la plaza de la Merced) se calificaba de larga y era la causa de una serie de desmanes, que provocaba a su vez que no fuera la procesión organizada ni las imágenes con el exigible decoro y respeto. Hay que pensar que el camino desde la mencionada Puerta de Granada hasta el Convento de la Victoria discurría por una vía casi rural, sobre uno de los arroyos que bajan de los montes que circundan la ciudad, con solamente algunos núcleos aislados por calle Agua o San Lázaro.
A través de un protocolo de cesión fechado el 28 de abril de 1710, el Obispo Fray Francisco de San José, justificando la decisión en las razones expuestas a pesar de que los hermanos han puesto todo el cuidado, dona a la Hermandad de Jesús Nazareno la ermita de Santa Lucía, que pertenecía al gremio de los zapateros. Los litigios que se habían producido entre el gremio de los zapateros y la Iglesia por la propiedad de la ermita tuvieron, sin duda, incidencia en la decisión del Señor Obispo; en ellos se aducía por la instancia religiosa, según conocemos por el propio documento de cesión, que no se prestaba la atención necesaria a la ermita, no manteniéndose con aseo y asistencia de los más dignos ministros.
La ermita de Santa Lucía se trataba de una modesta construcción levantada entre los años 1515 y 1517, situada en las inmediaciones de la iglesia parroquial de los Santos Mártires. Pasó a conocerse como la ermita de Jesús Nazareno de la calle Santa Lucía o, simplemente, la iglesia de Jesús. El traslado se efectuó en tan solo 17 días desde que se firmara el Protocolo de cesión.
 La disposición de las imágenes se detalla en el citado documento, señalándose: La imagen de Jesús Nazareno en el altar mayor, la de Nuestra Señora de la Esperanza en uno de los colaterales, la de señor San Juan y la mujer Verónica en los demás que les pareciere…y la santa (Lucía) que ahora está en el altar mayor se colocará en otro de los altares que hay o se edifican de nuevo, para que en él la adoren los fieles y devotos del gremio de zapateros y la hagan su fiesta, lo que no les prohibimos…La imagen de un Cristo Resucitado, que también poseía la Hermandad, quedó en la capilla de la Victoria (según conocemos por una escritura de concierto con el Convento de 9 de abril de 1713).
La vida de la Hermandad siguió siendo activa durante finales del siglo XVIII y principios del XIX, redactándose incluso unas nuevas Constituciones en 1818.
Por un protocolo notarial de 1832 sabemos que la Hermandad ya había desaparecido en ese año. Se extinguía así, por motivos desconocidos,  una de las Hermandades más antiguas de la ciudad de Málaga, dejando atrás casi tres siglos de historia.
La ermita, una vez declarado su estado de ruina, sería demolida en 1835; el comerciante Manuel Agustín Heredia compró los terrenos,  abriéndose el Pasaje que lleva su nombre. Un altar, un cancel y un púlpito de la ermita se emplearon en la capilla del Cementerio de San Miguel en 1837.
Del destino de las imágenes poco se sabe: De la imagen de Ntra. Sra. de la Esperanza (la otra Esperanza) se desconoce cuál fue su destino; de las efigies de San Juan y la Verónica, se conoce que en 1839 Juan Pareja y Antonio Ferrán, hermanos de la Archicofradía de la Sangre, se dirigieron al cabildo catedralicio rogándoles su entrega para darle culto en la iglesia de Ntra. Sra. de la Merced, siendo aceptada la petición. Pero, ¿qué sucedió con la imagen de Jesús Nazareno en torno a la cual se circunscribe toda esta historia?
La Imagen Titular
La imagen, probablemente de principios del siglo XVII, fue tomada como modelo por otras hermandades de igual advocación de otras localidades como Motril o Marbella. En opinión del profesor J. A. Sánchez López, se trataría de una imagen erguida y que probablemente abrazara la cruz a la inversa, lo que explicaría el rasgo distintivo que animaría a las hermandades de otras poblaciones cercanas a tomarla como modelo.

Nazareno de Motril (desaparecido en 1936)
El autor debió ser el imaginero malagueño Antonio Gómez, el cual realizó en 1610 la talla para la Cofradía del Dulcísimo Nombre de Marbella, y que además había trabajado anteriormente para la Hermandad que historiamos, realizando la imagen de un San José.
Andrés Camino Romero y Alberto Palomo Cruz aportaban una conjetura en el libro “Cofradías Malagueñas rescatadas del Olvido” (Colección La Saeta, Libros Cofrades nº 7, 2007). La misma parte de una noticia de Díaz Serrano en la que daba por hecho que la efigie de Jesús Nazareno fue trasladada al monasterio Cisterciense de la Encarnación; se habría salvado de los Sucesos de Mayo de 1931, no figurando en el catálogo de pérdidas, gracias a que dicho Convento fue solo saqueado, incendiándose en la calle algunas imágenes. Si todo ello es así, se trataría de la imagen que se encuentra en la actualidad en el cenobio de Ntra. Sra de la Asunción en El Atabal, ya que la misma procede de los fondos que tenían cuando se encontraban en calle Álamos. Se daría la curiosidad de encontrarse, de nuevo, junto con la imagen de un Cristo Resucitado (atribuido a Fernando Ortiz). Si fuera cierta la hipótesis, la antigua imagen de Jesús Nazareno volvió a procesionar por las calles de Málaga entre los años 1940 y 1943, como Titular de la Cofradía de la Misericordia; lo volvería a hacer el Viernes Santo de 1981 con la Hermandad de Nueva Esperanza.

Imagen de Jesús Caído de Ntra. Sra. Asunción en la Cuaresma de 1982 (Arguval)
Las monjas nunca han querido desprenderse de la imagen ya que, según se relata, tenía fama de milagrosa:“En los primeros días de nuestra guerra civil se acercó hasta nuestra capilla un grupo de desalmados dispuestos al saqueo y la destrucción del convento. Estaba el Cristo en la parte del coro bajo de nuestra iglesia, que era donde recibía culto, y hasta allí se acercó un hombre que iba con este grupo y que provisto de una gran estaca o palo intentó romper al Señor. Aquel individuo, no más levantar el brazo, salió gritando ante el asombro de los demás, diciendo que el Cristo le había mirado y movido los ojos. Tomaron los demás a chanza lo que el hombre decía y para demostrar que no creían en supersticiones derribaron la imagen. Una vez en el suelo fue imposible ni siquiera a rastras moverla de aquel sitio, por lo que un tanto confundidos y asustados la dejaron allí tirada. El monasterio fue tapiado unos días después (…) Cuando volvimos toda la comunidad de nuevo al convento (…) y ver la imagen de Jesús en el suelo dos religiosas la cogieron con gran facilidad, sin ningún esfuerzo, ante la extrañeza de varios vecinos que habían presenciado los sucesos allí acaecidos. Son muchos los milagros atribuidos  esta bendita imagen-terminó la superiora-.” (Anécdotas y curiosidades de la Semana Santa malagueña, por un Nazareno Verde, 1977).
Pero para tratarse de la misma imagen tuvo que sufrir en algún momento una transformación hacia la representación de Jesús Caído, lo cual sólo se podrá llegar a saber si se somete algún día a una intervención técnica. Quizá conservamos la imagen en torno a la cual se fundó una de las Hermandades con mayor protagonismo y actividad de la historia de nuestra Semana Santa, y lo desconocemos.
Fuentes:  CARRERA DE GÓMEZ RAGGIO,D., Anécdotas y curiosidades de la Semana Santa malagueña,1977 / CASTELLANOS GUERRERO, J. A., y VVAA, Cofradías malagueñas rescatadas del olvido.Colecc. Libros Cofrades La Saeta, 2007 /FERNÁNDEZ BASURTE, FEDERICO. La procesión de Semana Santa en la Málaga del Siglo XVII. Ed. Universidad de Málaga, 1998 / JIMÉNEZ GUERRERO, J., Capillas y cofradías desaparecidas en la ciudad de Málaga, Ed. Arguval, 2008 / LLORDÉN,A. y SOUVIRÓN, S. Historia documental de las Cofradías y Hermandades de Pasión de la ciudad de Málaga, Ed. Ayuntamiento de Málaga – Delegación de Cultura, Libros Malagueños V, 1969 /PALOMO CRUZ, A.J. La Catedral de Málaga. Centro devocional y procesional. Colecc. Libros Cofrades La Saeta, 2006 / RODRÍGUEZ MARÍN, F.J. Málaga Conventual. Estudio Histórico, Artístico y Urbanístico de los Conventos Malagueños. Ed. Arguval, 2000 / SÁNCHEZ LÓPEZ, J.A. El alma de la madera. Cinco siglos de imaginería y escultura procesional en Málaga. Ed. Hermandad de la Amargura. Málaga.1996.


Hermandad de Ntro. Padre Jesús Nazareno (San Juan)

Hermandad de Ntro. Padre Jesús Nazareno (San Juan)

En el año 1692 se fundó en la iglesia de San Juan esta Hermandad. La imagen titular era una talla anónima malagueña de finales del siglo XVIII.
En 1716, el entonces Hermano mayor de la Cofradía del Santísimo Sacramento, D. Pedro Ponce, en nombre de la misma vendió a la Hermandad de Jesús Nazareno representada por sus Hermanos Mayores D. Cristóbal Rodríguez y D. Jacinto Bautista Villavicencio, parte de un solar de una casa aneja a la capilla del Santísimo para que pudiese labrar su capilla. La imagen de Jesús Nazareno ocuparía desde entonces el espacio correspondiente a la actual capilla bautismal de la Iglesia de San Juan.
                         
Por descripciones de periódicos del siglo XIX hacía su desfile procesional en unión de las otras Cofradías existentes en la misma Parroquia de San Juan: Exaltación. Azotes y Columna, la Puente del Cedrón y Ntra. Sra. de los Dolores de la Archicofradía Sacramental de este título.
Se conoce que durante el siglo XIX procesionó ininterrumpidamente desde 1860 a 1866. Efectuaban su recorrido procesional con la finalidad del ejercicio de la Estación de Penitencia en la Catedral. A este respecto destacar que esta Hermandad se encontraba entre las privilegiadas que efectuaban su entrada al templo por la Puerta de la Encarnación y no por la Puerta de las Cadenas como hacía el resto.
En los Estatutos de la Hermandad se indicaba lo siguiente: “Esta Hermandad se compondrá de dos ramos: el uno de hermanos de luz y el otro de soldados con trajes a la romana antigua, que sirven de representación del paso de la cruz a cuestas que lleva la Santa Imagen del Nazareno, y que el referido traje que usan los soldados romanos está tan propio que ha merecido la aprobación de ambos tribunales Eclesiástico y Real…”.
Así, en la Semana Santa de 1864, según se anuncia en El Avisador Malagueño (24/03/1864-Jueves Santo): “A las 5 en punto saldrá en procesión N.P. Jesús Nazareno, acompañado de Jesús de la Puente, y la Exaltación, y será la estación calle de S. Juan, Puerta del Mar, calle Nueva, Plaza, calle de Santa María, Catedral, San Agustín, Granada, Plaza de Riego, Álamos, Carretería, Compañía, Plaza, Especerías, Carnicería a San Juan. Con la efigie de Jesús Nazareno irá una escolta de soldados romanos, el apostolado y acompañamiento de hebreos.”  No se señalaba ninguna procesión más para el Jueves Santo de aquel año, aunque sí se anunciaban multitud de cultos.
Hacia finales del siglo XIX la Hermandad inició un periodo de decadencia que terminó en su total extinción.
 La imagen siguió recibiendo culto en su capilla hasta que en  mayo de 1931, en el asalto a la Iglesia de San Juan, fue destruida.
Fuentes: Diario “El Avisador Malagueño” (1864)/CASTELLANOS GUERRERO, J. A., y VVAA, Cofradías malagueñas rescatadas del olvido. Libros Cofrades La Saeta, 2007 / CLAVIJO GARCÍA, A., Semana Santa en Málaga (Tomo II) . Ed. Arguval, 1987 / LLORDÉN,A. y SOUVIRÓN, S. Historia documental de las Cofradías y Hermandades de Pasión de la ciudad de Málaga. Ed. Ayuntamiento de Málaga – Delegación de Cultura, Libros Malagueños V, 1969

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Hermandad del Santo Cristo de la Salud



Hermandad del Santo Cristo de la Salud


 
En 1635 el escultor José Micael talló la venerada imagen

 

El Cristo de la Salud, que pertenece al patrimonio artístico del Ayuntamiento, es uno de los iconos devocionales más emblemáticos del Barroco en la ciudad
18.05.12 - ALBERTO PALOMO | SUR MÁLAGA
Piensen en una ciudad portuaria, de calles tortuosas y sucias, donde se ha declarado una epidemia, y cuyos medios para combatirla es purificando el aire, quemando pólvora y romero, esparciendo estiércol de vaca por doquier y disparando cañonazos desde las baterías de defensa. Los médicos ni siquiera se atreven a entrar en las casas de los afectados, limitándose a vocear en la puerta los remedios que se les ocurren, más propios de nigromantes que de personas de ciencia. En hospitales improvisados se hacinan la mayoría de enfermos asistidos rudimentariamente, esperando la muerte y a ser conducidos a los llamados 'carneros' donde serán enterrados cubiertos de cal viva. Esa dantesca ciudad, que en realidad podía ser cualquier otra del occidente europeo, es Málaga, donde hasta bien entrado el siglo XIX, se combatía las periódicas pandemias según el delirante protocolo descrito. Así no es de extrañar que la gente de entonces, impotente ante el mal, buscara el remedio sobrenatural, impelida por la creencia de que la peste era un castigo enviado por Dios a un pueblo pecador. Este es el origen de innumerables devociones repartidas por todo el mundo católico, y más concretamente de la devoción al Santo Cristo de la Salud, protector jurado de la ciudad, por iniciativa de su Ayuntamiento y equivalente a la patrona Santa María de la Victoria, que fue siempre de la predilección del estamento eclesiástico. Hoy cuesta imaginar la enorme devoción que los malagueños de antaño sintieron por este Cristo, similar o superior al fervor que desde mediados del pasado siglo suscita la efigie de Jesús Cautivo entre sus descendientes, lo que es demostrativo de que hasta los sentimientos más íntimos y sagrados no son inmunes a las veleidades humanas. Ahora que se acerca el día 31 de mayo, fecha de su festividad, no está de más ilustrar o recordar a quienes gustan de estos temas, el apasionante origen de esta imagen del Señor.

El titular
Todo empezó hacia 1633 cuando en el convento de los trinitarios calzados, actualmente un edificio con mucho pasado pero con poco futuro, se fundó una piadosa hermandad de penitencia en torno a un Cristo atado a la Columna allí existente y que, según se creía, había sido donado por los Reyes Católicos. Quizás, porque los frailes o el patrono de la capilla donde se veneraba, que era el regidor Juan Tristán de León, quisieran el monopolio sobre la misma, los cofrades pronto llegaron a la conclusión de que lo mejor era contar con una escultura propia, para lo que contrataron una con el escultor de origen turolense José Micael y Alfaro (1595-1650). Este titular, la imagen que se historia, no entró con buen pie, porque, casi simultáneamente a su hechura, la hermandad se vio envuelta en una crisis que le hizo suspender la procesión anual del Miércoles Santo y trasladarse desde la Trinidad hasta la céntrica iglesia de San Juan, para lo cual tuvieron que deshacerse de ella, dado que en esta parroquia ya existía un Cristo flagelado al que el clero allí adscrito les obligaba a rendir culto. De esta forma, la talla de Micael pasó a manos particulares, primeramente a las de una tal Ana de Medegal, y tras su muerte, a las de un anónimo propietario que vivía en la Alcazaba. Así estaba la situación cuando, en noviembre de 1648, se sintieron los primeros síntomas de una de las pestilencias más devastadoras de las que ha sufrido Málaga, que llegaría a perder en los meses que duró más de una cuarta parte de población. El lunes 31 de mayo de 1649, cuando mayor virulencia alcanzaba la enfermedad, la viuda del último propietario del Señor se mudó de casa, por lo que requirió los servicios de un carretero para trasladar sus pertenencias, entre las que se encontraba la escultura. Al pasar el carro ante las puertas del Ayuntamiento, en la hoy plaza de la Constitución, se dio la circunstancia de que la pareja de bueyes frenaron en seco su marcha, negándose a avanzar pese al castigo que les infligía su dueño. El hecho, por lo extraño, motivó la curiosidad de quienes se encontraban cerca, arremolinándose para ver en qué quedaba todo aquello. Fue entonces cuando una voz de niño se impuso advirtiendo: «¡Miren de qué suerte llevan a un Santo Cristo!». Los presentes, no viendo por parte ninguna criatura alguna, quedaron llenos de estupor, procediendo el escribano Francisco Solano Alcázar a registrar el carromato, encontrando cubierto bajo unas frazadas a la sagrada efigie. La reacción espontánea de los testigos del hallazgo, entre los cuales se encontraban varios mayordomos de la Cofradía de la Esperanza, radicada en la vecina ermita de Santa Lucía que se alzaba en la actual calle de ese nombre, fue a introducirla a hombros en las Casas Consistoriales, mientras proclamaban que portaban al verdadero médico que curaría a Málaga. La narración de lo sucedido se extendió rápidamente entre el vecindario que se agolpó para visitar al Señor, entronizado en la capilla municipal, y bautizado desde ese instante como «Santo Cristo de la Salud». Dado que la peste fue remitiendo progresivamente desde esa jornada, el pueblo piadoso no dudó en una providencial intervención divina. Todo ello se encuentra puntualmente recogido en las actas capitulares del Consistorio, con fecha de 1 de junio de 1649, apenas un día después del hallazgo supuestamente milagroso, y redactado por el regidor Martín de Mújica, aunque será el relato redactado por el impresor Juan Serrano de Vargas en su célebre 'Anacardina espiritual', compuesta en 1650, quien fijaría toda la invención acerca del origen de la teúrgica imagen. Para entonces ya se había propagado la historia paralela de que su artífice, el mencionado Micael, autor igualmente del apostolado del coro de la Catedral, viendo los portentos obrados por su obra, había anunciado que su muerte estaba cerca. Al parecer esto respondía a la creencia extendida entre los imagineros de que quien labraba una talla milagrosa fallecía al poco tiempo. Sea inventiva del imaginario popular o por pura aprensión del maestro, éste falleció, efectivamente, justamente un año después de los sucesos de la plaza, siendo enterrado en la iglesia de Santiago.

La rogativa
Con semejantes antecedentes, a lo que se unió su nombramiento oficial como patrono y la declaración de su festividad para el 31 de mayo, el Señor de la Salud pasó desde entonces a engrosar el selecto grupo de celestiales abogados de Málaga, junto con la Virgen de la Victoria, y los mártires Ciriaco y Paula, entre otros santos. Siempre que alguna calamidad pública, de carácter local o nacional se cernía amenazante, los cabildos eclesiástico y civil conjuntamente organizaban las preceptivas rogativas que, de por lo común, principiaban con su traslado conjunto hasta la Catedral donde quedaban entronizados hasta que se consideraba conjurado el peligro. Gracias a un cuaderno manuscrito sobre el modo de practicar las diversas ceremonias que se celebraban en el primer templo de la diócesis durante el siglo XVIII, se puede conocer el protocolo seguido para la recepción del venerado simulacro: «Cuando viene la Ciudad a esta Santa Iglesia trayendo al Santo Cristo sale el Cabildo con cruz y ciriales, preste y diáconos, y con velas encendidas hasta las cadenas para recibirlo y se empieza a repicar. Al llegar la santa imagen y moverse la procesión se empiezan a cantar los himnos de la Transfiguración con órgano. Y colocado el Señor en el pavimento, cerca de la lámpara, canta la capilla un motete en el coro. Al día siguiente se instalan las santas imágenes en el pavimento de la capilla mayor a los lados de las gradas. La del Santo Cristo al lado del Evangelio, y la de Nuestra Señora al lado de la Epístola».
Culminadas las rogativas eran devueltas a sus templos en solemnes procesiones donde participaban las autoridades, la milicia, las órdenes religiosas, las parroquias y todo el clero secular encabezados por el obispo. Lo más usual era en esas ocasiones que el Señor de la Salud, que siempre era portado por regidores y caballeros, acompañara y despidiera cortésmente a su Madre, que volvía a su lejano convento de los Mínimos, a la altura de la desaparecida puerta de Granada, regresando a continuación hasta la capilla del Ayuntamiento que hacía esquina con la actual calle Especerías, inmediata al mercado de carnicerías que allí había hasta la primera mitad del siglo XIX. En este enclave se veneró ininterrumpidamente el Cristo hasta que, con motivo de la invasión francesa, fue reubicado en la iglesia de la Victoria, volviendo a su tradicional emplazamiento en 1813, y sorteando después un intento de mudanza a la Catedral en 1821. Posteriormente, pasó a quedar establecido en la parroquial de los Santos Mártires durante el transcurso de unas reparaciones en su capilla, hasta que, finalmente, al ser demolidas las antiguas Casas Consistoriales y quedar desestimado un intento de edificar una iglesia 'ex profeso' para acogerlo, quedó emplazado en la cercana iglesia de San Telmo, en origen, templo de la Compañía de Jesús bajo la advocación de San Sebastián. La Corporación Municipal consiguió a la postre la cesión de este magnífico edificio, del mismo modo que siempre fue la propietaria de la talla de Micael, obligándose a mantener su culto, para lo cual siguió costeando la presencia del respectivo capellán. En la actualidad, la iglesia, que desde que pasó a ser presidida por el patrono se denomina del «Santo Cristo de la Salud», se encuentra en un complejo proceso de restauración, que ojalá sea aprovechado para recuperar altares desmantelados como el del Crucificado de las Ánimas, o a devolver su prestancia al retablo del presbiterio que hasta los años setenta contaba con una tribuna acristalada donde se ubicaba al titular de la iglesia.

Aspecto cofrade
Hasta 1850, el Señor de la Salud no contó con una Congregación establecida en su honor, que, curiosamente, dada las especiales connotaciones que concurrían sobre la escultura, fue aprobado antes por el estamento civil que religioso. El 10 de agosto de ese año, según consta en los libros de acuerdos municipales, el regidor Salvador Net presentaba a sus compañeros de gobierno las bases de los estatutos por los cuales habían de regirse, constando en la sesión celebrada el día 24 del mismo mes que «el Ayuntamiento en su calidad de patrono de esta milagrosa imagen no encontró reparo en dicho proyecto». La vida de esta hermandad fue corta y precaria, experimentando una transitoria reorganización hacia principios del siglo XX que tampoco perduró. Desde la segunda mitad de esa centuria se hizo patente el olvido y la postración del fervor al Señor de la Salud. La última vez que asistió a una procesión de rogativas fue en 1945 con motivo de la sequía, y luego, en 1999, volvió a salir a la calle, aunque esta vez fue para presidir el altar del Corpus levantado por la Agrupación de Cofradías y que en esa edición contó con un decorado simulando la fachada de una vivienda malagueña dieciochesca, pintada por Jesús Castellanos Guerrero.
 
En cuanto a la función votiva del 31 de mayo a la que el Ayuntamiento está obligado por juramento, se mantuvo hasta aproximadamente 1969. Luego, hacia 1980, un gran devoto del mismo, Eduardo Oyárzabal Pinteño, logró rehacer la antigua corporación que, al menos durante unos años, logró reactivar los cultos al Señor, recuperar su festividad y la presencia capitular en los cultos organizados, viviendo una meritoria etapa de brillantez, siendo hermano mayor Eduardo Nieto Cruz, aunque desgraciadamente se encuentra actualmente en un estado cercano a la suspensión.
En relación al Señor, que en el transcurso de los siglos había recibido al menos tres restauraciones, por su propio autor en 1649, por mano desconocida en 1750 y por el escultor local Mateo Martínez en torno a 1834, tuvo que sufrir una intervención de mayor alcance a cargo de Francisco Palma García, tras ser profanado en la tumultuosa década de los treinta del pasado siglo. Como resultado de esta reconstrucción su fisonomía quedó trastocada en sus volúmenes y muy oscurecida en su policromía, prescindiéndose de los atributos que le eran propios y tan comunes a los antiguos Cristos malacitanos, tales como la cabellera postiza, la pureza de tela, y los angelitos que sostenían las borlas de los cordeles. En 2005 fue restaurado por la empresa Quibla Restaura, en un arduo proceso que intentó devolverle su aspecto originario, con resultados un tanto sorprendentes.
Una vez más las corporaciones penitenciales son las que, en cierta manera, han incentivado la memoria del Señor de la Salud. Así, la Cofradía de los Estudiantes lleva una representación suya, en metal repujado, como remate de una de sus insignias, y las hermandades de Nueva Esperanza y Fusionadas lo han incluido en la iconografía de los tronos del Nazareno del Perdón y de Nuestra Señora del Mayor Dolor, respectivamente. Los Dolores de San Juan cuenta con un deliciosa reproducción suya dentro de una urna, muestra de las terracotas para el culto doméstico que tan usuales eran en la Málaga decimonónica.
También este año la Archicofradía de la Expiración ha pintado uno de los cirios de la candelería de María Santísima de los Dolores Coronada con el retrato del Santo Cristo, labor realizada por el ceramista Daniel García Romero. Mención aparte merece la Cofradía del Sagrado Descendimiento, que no solo ha acogido a la venerable efigie en su capilla del Hospital Noble mientras duren las obras de su iglesia, sino que ha organizado un triduo en su honor en estos últimos días del mes de mayo, que a poco que se preste atención trae ecos de las antiguas coplillas que se cantaban en su honor: «Todo este pueblo proteste/ con gratitud amorosa,/ fuisteis salud milagrosa/ en el tiempo de la peste./ Hoy Málaga manifieste/ que haya en Vos su protector./ Hallemos nuestra salud,/ pues sois nuestro Salvador».

Hermandad del Santo Entierro de Ntro. Señor Jesucristo (Iglesia de San Agustín)



Hermandad del Santo Entierro de Ntro. Señor Jesucristo (Iglesia de San Agustín)

Esta Hermandad se constituyó con anterioridad a 1649 como filial de la de Ntra. Sra. de las Angustias del Convento de San Agustín. En los años 1670 a 1672 estuvo suspendida la procesión por haber fallecido todos o la mayoría de sus hermanos. En 1683, concretamente el 1 de mayo, se reorganizó agrupándose en ella la mayor parte de los artistas de Málaga, entre ellos, Luis Francisco Bernalte y Miguel de Zayas, discípulos de Pedro de Mena. También destacó como hermano de la misma Miguel García, quien en 1750 tallaría la imagen del Stmo. Cristo de la Humildad. La vinculación con Ntra Sra de las Angustias seguía después de esta reorganización; por ejemplo, se decía en las escrituras lo siguiente: "Que todos los hermanos que en cualquier tiempo fueren de dicha Hermandad se han de enterrar en la bóveda de la capilla de Nuestra Señora de las Angustias, sita en dicho convento de Señor San Agustín, que es de dicha Cofradía (...)".
 
A mediados del siglo XVIII, esta Hermandad floreciente y rica, decidió renovar la imagen titular efectuando el encargo al escultor malagueño Fernando Ortiz en 1749; en el contrato se estipulaba que esta obra, y la de una nueva imagen de Ntra Sra de las Angustias, debían estar terminadas para la víspera del Viernes de Dolores de 1750. Como contraprestación el artista recibiría 10.500 reales, deuda que cancelaron los escribanos y procuradores el 24 de abril de 1754.

Se trató de una obra de notable calidad artística, destacándose en la historiografía local como la mejor obra de Fernando Ortiz. El padre Llordén señalaba que "es sin discusión la de mayor fuste e importancia que realizó el escultor malagueño"; perduraba en ella, según Romero Torres, "el concepto barroquizante de comienzo de la centuria dieciochesca, por una parte, y por otra, la huella de Mena, al igual que en la Virgen de las Angustias". 

Se procesionaba sobre un magnífico trono barroco, elevándose sobre un pedestal rodeado de arcángeles que sostienen la urna con el Cuerpo de Cristo muerto. Durante el siglo XIX no se tiene constancia de que fuera procesionada esta imagen. En todo caso, como señalaba el padre Llordén: "Esta Hermandad gozó en todo tiempo de la admiración de propios y extraños (...) y fue siempre una de las que más llamaban la atención de curiosos y devotos, así por la majestuosidad del desfile procesional, cuanto por la riqueza artística de sus pasos".

Hermandad del Santo Entierro de Ntro. Señor Jesucristo
Titular de la Hermandad del Santo Entierro (San Agustín)


La imagen se veneraba en la capilla ubicada en el segundo altar de la derecha del templo de San Agustín. En la madrugada del 12 de mayo de 1931 desapareció para siempre esta bella obra de arte de la imaginería malagueña

Hermandad de Ntro. Padre Jesús Crucificado de la Epidemia



Hermandad de Ntro. Padre Jesús Crucificado de la Epidemia (Santuario de Santa María de la Victoria)
Aunque no se tratase de una Hermandad pasionista al uso, ya que entre sus cultos externos no se incluía la celebración de una procesión en Semana Santa, la incluyo por la gran devoción de la que gozó esta imagen desaparecida.
A pesar de que fue en 1866 cuando la Hermandad editó sus Estatutos, el origen de la devoción al Cristo y de la propia Hermandad es bastante anterior. Así, según Jiménez Guerrero, se encuentra en la epidemia de fiebre amarilla que afectó a la ciudad en 1803. La imagen se encontraba ubicada en el Convento de Ntra. Sra. de la Paz, que pertenecía a la Orden Franciscana, radicado en la Plaza de la Merced desde 1565, y donde el Crucificado ya tenía cierta devoción. La talla puede datarse del siglo XVI.

En los mencionados Estatutos se acordó imprimir un escrito fechado en 1829 por el que se solicitaba al Gobernador Provisor, Vicario General del Obispado, la debida licencia para establecer la Congregación de fieles con el nombre de Señor de la Epidemia. Se relata que " (...) en 26 de noviembre de 1803 producía el espectáculo más triste (...) una desoladora epidemia arrebató a sus mejores hijos (...) una portentosa imagen de Jesús Crucificado , que con mucha piedad y por sus continuados milagros se había venerado en el Convento de Ntra. Sra. de la Paz, fuese conducida entre los muebles de la Religiosa difunta sor Josefa Almagro a ser pábulo de las llamas y a perecer eternamente en el olvido. Sorprendidos los conductores con un aviso precisamente celestial tomaron al divino Señor colocándolo reverentemente en los muros del Convento de Ntra. Sra. Abogada y Patrona María Stma. de la Victoria, camino de los Tejares. Al momento, los fieles movidos de la devoción más tierna, acudieron a implorar su socorro, el que se manifestó notoriamente, comenzando a advertirse mejoría en los enfermos, y a no caer los pocos que gozaban de salud."



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Durante la epidemia de fiebre amarilla, como en otras acaecidas en la ciudad, se realizaron múltiples rogativas, procesionando "oficialmente" al Santo Cristo de la Salud y a la imagen de Santa María de la Victoria. Sin embargo, en esta ocasión se produce una excepción con el Crucificado de la Epidemia ya que es el pueblo llano, desde el barrio de la Victoria, quien le implora el cese de la enfermedad.

En los años siguientes, hasta 1805, hubo un intento por un grupo de personas, devotos o congregantes de construirle una capilla en la entrada del camino que iba a Olletas. El intento fue infructuoso demandando incluso los obreros a la Congregación en 1817, que por aquellos años podía considerarse prácticamente extinguida. Sin embargo, los cuatro congregantes que quedaban decidieron trasladar la imagen a San Lázaro.

Años más tarde, en 1829,  y dado el arraigo devocional del que gozaba el Crucificado, un grupo de personas resolvieron "con la debida aprobación establecer una Congregación para extender el culto al Señor y a hacer más conocidas sus misericordias (...) cediendo todo en gloria de Dios nuestro, culto de la imagen milagrosa del Señor de la Epidemia y utilidad de nuestras almas."

En 1854, durante la epidemia de cólera, se trasladó a la Iglesia de la Merced. Cuando la epidemia comenzó a remitir, y una vez que las efigies de los Santos Patronos, Cristo de la Salud y Santa María de la Victoria fueron trasladadas de la Catedral a sus templos, la imagen del Crucificado de la Epidemia era procesionada hasta San Lázaro.

Era el día 27 de diciembre de 1854: La procesión que salió a la caída de la tarde del miércoles 27 de la parroquia de la Merced para conducir a su capilla de San Lázaro la efigie del Santísimo Cristo de la Epidemia, fue muy lucida y tuvo lugar en medio de una gran concurrencia. Con dicha efigie se sacó también la de Nuestra Señora de la Merced. Además de un numeroso acompañamiento iba una banda de música y escolta la brillante compañía de Granaderos del segundo batallón de Milicia Nacional con la escuadra de gastadores. La procesión recorrió varias calles del barrio disparándose cohetes y haciéndose por los vecinos otras demostraciones de regocijo (El Avisador Malagueño 29/12/1854).

A partir de los años sesenta del siglo XIX la Hermandad vive una época de florecimiento, contando en 1865 con 214 hermanos. En 1866 se editaron los Estatutos configurándose como una Hermandad de entierro. Las actividades durante la Semana Santa se centraban en el exorno del altar del Señor al que se le daba una profusa iluminación, interviniendo corporativamente en los actos de la Hermandad del Señor de los Pasos.

En 1867 se produce el traslado al Santuario de la Victoria, situándose desde 1884 en el altar que hoy ocupa la imagen de San José.

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Hasta 1881 no se tiene constancia de la existencia de una Dolorosa de medio cuerpo a los pies del Crucificado, con mirada hacia el cielo y manos unidas.

Durante el siglo XX se tiene pocas noticias, salvo el nombramiento de una nueva Junta de Gobierno en 1916, siendo elegido Hermano Mayor don José Robles Fuente.

La efigie no sufrió daño alguno durante los sucesos de 1931, ya que el Santuario no fue asaltado.

Sin embargo, en julio de 1936, el Cristo fue sacado del templo y junto con otras imágenes y enseres, ardió en una pira que se preparó en las aledaños, destruyendo para siempre esta imagen de fama milagrosa y que contó con tanta devoción en el barrio de la Victoria.